Otra vez, hablando el conde Lucanor con Patronio, su consejero, dijo le así:
Tengo miedo a intentar escribir un libro, mi madre dice que lo escriba porque soy muy buen escritor, pero yo no creo eso. Después de haberle explicado todo a Patronio le dijo lo que hacer en su caso.
-señor conde Lucanor-respondió Patronio-, ya sé que luego vos no sé si me ara caso pero yo le voy a contar una historia que le paso a un hombre con el trabajo de dibujante de cielos.
Un hombre que vivía en una torre del castillo, siempre que se levantaba de la cama iba directo al balcón a mirar el cielo de la mañana, bajaba a desayunar después de estar un buen rato viendo el cielo.
Cuando ya estaba a bajo sus padres le preguntaron en que quería trabajar, él les dijo que no sabía, pero porque tenía miedo a que sus padres, se riesen de él y no le dejasen trabajar lo que él quería, y si no le tocaría trabajar con su madre en la cocina de la taberna.
Ya en su alcoba, se pensó si decirles que quería ser dibujante de cielos, pero siguió sin atreverse. Y así estuvo mucho tiempo diciendo que no sabía.
Después de mucho tiempo, ya era el día de adjudicar un trabajo en el pueblo a cada hombre de diecinueve años.
Pensó que ese día sería el correcto, pero se equivocó, sus padres pensaron, que ya que él no les quería contar lo que él quería trabajar, le pusieron el trabajo de camarero en la taberna de su madre. Una vez ya puesto el trabajo ya no se podía hacer nada.
Triste y apenado se fue a casa a su alcoba, cuando llego se puso a pintar un cuadro del cielo que había en ese momento: azul como el mar, nubes rosadas muy amorosas. Al lado de ese marco dejo una nota diciéndole a sus padres todo lo que no les pudo decir en muchos días hablando. Cogió el cuadro que hizo él y, lo puso en el balcón junto con la nota, se subió al borde de la barandilla y se tiró.
A vos señor conde Lucanor le aconsejo que hagas lo que tú quieras, nadie puede incumbir en tu vida, ni en tus propias decisiones, procura hacer lo mejor para ti y después lo mejor para los demás. Yo te aconsejo que siempre lo intentes y que si no te sale esa vez vuélvelo a intentar. Cuando Patricia escribió este cuento lo mando poner en este trabajo, donde se encierra su moraleja:
Nunca pierdas la oportunidad de intentarlo, o pudiera ser demasiado tarde.
Patricia Fernández Alonso (1ºESO)