sábado, 29 de abril de 2017

Cuentos del faro: Mi propia historia basada en su gran parte en hechos reales

Aquel año sorprendentemente termine el curso con bastante melancolía. Ya había terminado primaria en el colegio y esto implicaba dejar una etapa de la niñez atrás. Pero bueno ya era verano y nada me iba a impedir disfrutarlo a tope, además mis padres ese año habían organizado unas vacaciones por todo lo alto. Íbamos a hacer un “tour” por Francia, lo único era que el desplazamiento iba a ser demasiado caro si íbamos en avión, así que íbamos a ir en coche, no sé cuántos kilómetros. Primero íbamos a ir a Bordeaux, luego a Amboise a ver los castillos de Loira y ya después por mi hermano y su afición por la historia y especialmente la Segunda Guerra Mundial a Caen y las playas del desembarco, también íbamos a ir a Disney Land, como no podía ser de otra manera y después a París.
Los dos primeros días fuimos a Bordeaux y era bastante bonito, pero debo reconocer que tenía bastante miedo por los atentados que habían sucedido recientemente.
Y ya por fin fuimos a Amboise, era un pueblecito pero a sus alrededores tenía castillos impresionantes de ver. Allí estuvimos tres días, el primero fuimos a ver Chenonceau, el castillo de las damas, por cierto era precioso por dentro porque estaba genial decorado con la mayoría de cosas originales de la época y por fuera era perfecto para hacerse unas fotos y dejar a la gente alucinada.
El segundo día fuimos a Chambord, por fuera era gigante y precioso como los demás, yo iba con muchísima ilusión porque en el fondo me sentía como una princesa visitando los castillos. Cuando entre, la verdad es que me decepcione un poco no estaba casi amueblado, solo con algún que otro tapiz y las cocinas con los muebles renovados que disponía una cocina normal y corriente, eso sí grande. Decidimos no coger ni una audio guía, ni a un guía porque mi hermano insistía en explicar cada habitación. Hizo su labor bastante bien, nos explicó cada uso que el rey Francisco I otorgaba a cada rincón del castillo. Ya estaba cansada y no me estaba gustando demasiado el castillo, así que iba con pocas ganas a cada habitación. Pero cuando llegamos a las cocinas, me sorprendió que no hubiera nadie y al sumergirme en el pensamiento de ver a las cocineras cocinando allí para el rey, no me di cuenta de la gran isla que había en medio de la cocina y me tropecé con su esquina y caí sobre una pared muy cercana a una estantería llena de comida de plástico. Por poco no me doy en la cabeza con una balda. Pero al caer contra la pared con tal fuerza una puerta escondida se abrió hacia un pasillo con unas escaleras muy profundas. Mi familia y yo nos miramos y creo que todos pensamos que nos deberíamos ir, pero nuestros cuerpos ya estaban en el pasillo.
Estaba viniendo un grupo de turistas con el guía hacia la cocina cuando de repente en ese momento la puerta se cerró de golpe dejándonos completamente a oscuras, la única luz que había eran las luces de las linternas de nuestros móviles que estábamos empezando a encender. El pasillo era muy largo y profundo. Y cuando ya avanzamos lo suficiente, muy a lo lejos se podía distinguir una luz bastante brillante. Continuamos pensando que podríamos salir por allí.
Cuando llegamos por fin al final del pasillo, nos encontramos en un jardín en medio de un montón de árboles que pensamos que era el bosque que rodeaba al castillo. Mis padres y yo pensamos que era precioso pero no sabíamos porque aquella maravilla estaba escondida tras una puerta secreta y un largo pasillo. Mi hermano iba un paso adelantado, estuvo un rato reflexionando y después nos contó que había una leyenda que decía que el rey Francisco I tenía un jardín escondido tras alguna pared de su castillo. Ese jardín lo usaba para ver discretamente a su amante. El jardín encajaba a la perfección con el que contaba la leyenda y al final Chambord fue un castillo mucho más especial que el resto de los que habíamos visto o tal vez los demás también tienen sus secretos escondidos.
Cuando salimos de la cúpula del jardín una puerta, dimos con el jardín de la parte de atrás del castillo. El jardinero que había por allí nos preguntó que qué hacíamos por esa zona y nosotros fingimos que no le entendíamos y nos fuimos corriendo. Pensamos que si se lo contábamos a alguien esa cúpula se volvería pública y ese lugar secreto donde el rey podía ser realmente feliz, perdería la vida.
Ese fue el mejor verano de nuestras vidas.
Belén Castro Ortega

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