martes, 2 de mayo de 2017

Cuentos del faro: Mis vacaciones en Irlanda

La historia empieza porque mis padres me dieron la oportunidad de irme de intercambio a un pueblo de Irlanda durante las vacaciones de verano. Creía que estaban locos ya que era la primera vez que me dejaban sola tanto tiempo sin su supervisión. Yo tampoco tenía muchas ganas de ir. Era un verano en un pueblo que ni conocía, cerca de Dublín, pero pensar que podría estar tres meses sin la supervisión de mis padres me daba más razones para irme. 
Llegué al avión muy nerviosa, porque me dan un miedo terrible los aviones, podría morirme en ese viaje, por algún fallo técnico o algo parecido. Me aguante los miedos y subí al avión. Me despedí de mis padres, y me embarqué en este viaje. Fue un viaje muy tranquilo, con algunas turbulencias. Estaba sentada al lado de una chica, de aspecto un poco raro, de unos 18 años, muy amable, por cierto. Me habló de donde iba a ir ella, justamente también iba de intercambio a Irlanda, pero a otro pueblo. Cuando por fin llegamos me despedí de ella y mi familia me recibió rápidamente. 
Tenían dos hijas, una de 8 años y otra de 13. Me llevaba mejor con la mayor, por la edad. Podríamos decir que era una familia normal, no detectaba nada anómalo en ellos. Lo que me sorprendió mucho es que les entendía perfectamente, por lo menos en el viaje para el pueblo. Me dijeron que estaban muy alegres de recibirme y que nos lo íbamos a pasar muy bien. Llegamos al pueblo, pequeño pero bonito. Su casa era muy humilde, cuatro habitaciones y dos baños. Tenía un jardín bastante grande, con un perro muy mono. Llegué a mi habitación, en la segunda planta, y deshice las maletas. Eran las 6 de la tarde, hora de cenar en Irlanda, no tenía mucha hambre, pero me fui acostumbrando. Me pusieron su comida típica, pescado con patatas fritas. Estaba muy bueno. Después de cenar vimos la televisión un rato pero nos tuvimos que ir a la cama pronto. Había que madrugar al día siguiente, ya que me iban a hacer un tour por Irlanda. 
Me despertaron a las 8 de la mañana, no me apetecía nada levantarme, pero para no causar mala sensación me levanté rápidamente y bajé a desayunar. Me prepararon unos huevos revueltos, tostadas, leche, cereales, galletas, zumo de naranja y un plato de alubias. Estaba acostumbrada a tomar solo leche con cereales, así que dejé las alubias.
 Cogimos el coche y a mitad del camino, yo estaba reventada, por la comida y por el viaje, así que no me quedó más remedio que echarlo todo, vomité. Paramos en una gasolinera, cerca de donde estábamos, y pudimos limpiar todo el desastre que armé. Descansé un poco y cuando ya me encontré mejor volvimos al coche. Fuimos a Dublín, visitamos la catedral de San Patricio, el parque Fénix, muchos museos que había por el entorno, y lo más divertido fue ir al parque acuático. 
Tuvimos que comer en restaurantes de comida rápida pero fue un día alucinante. Llegamos a casa a las 5:30 de la tarde. Listos para darnos un baño y cenar. Durante esos meses aprendí mucho sobre los irlandeses y sus costumbres, y lo que es más importante, aprendí mucho inglés.    
Elsa Hervás Francia

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