viernes, 5 de mayo de 2017

Cuentos del faro: Un día de primavera

Un día de primavera mi padre decidió organizar una excursión como siempre a la naturaleza y que además nos sirviese para aprender algo. Pero todo se torció el día anterior cuando se apuntó mi primo. Mi primo se llama Sergio y tiene 17 años, debido a su edad está medio tonto por no decir tonto entero, pero lo peor de todo es que es del Atleti cuando todos los demás somos del Madrid. Para desgracia de mi padre el día anterior le regalaron un altavoz inalámbrico.
Por la mañana pronto fuimos a buscarlo y estuvo todo el viaje poniendo música en su altavoz, mi padre ya empezaba a echar humo por las orejas pero yo me lo estaba pasando bien. Legamos al bosque fósil de Verdeña y mi padre empezó a contarnos la historia del bosque que había sacado de internet. Pero no hicimos mucho caso de su explicación porque a pesar de que era primavera había mucha nieve y nos distrajimos mucho jugando con ella.
El día se fue complicando porque a pesar de ser primavera había mucha nieve. La nieve nos llegaba hasta las rodillas y no íbamos preparados porque llevábamos playeras, así que nos calamos todos los calcetines y los pantalones.
Pero fue todo a peor cuando fuimos a comer al embalse de Aguilar porque había un montón de procesionarias asquerosas. Las procesionarias son unos insectos que ponen sus huevos en las copas de los pinos y cuando eclosionan en forma de orugas peludas descienden al suelo para enterrarse debajo de la tierra para después convertirse en bichos voladores. Se llaman así porque para alimentarse forman una fila de cientos de ellas parecida a las procesiones de semana santa. Son peligrosas para niños y animales porque sus pelos dan alergia.
Así que entre todas ellas comimos y mi padre para vengarse del malicioso viaje que le dio mi primo por culpa del altavoz le contó todas las historias sobre lo peligroso que pueden ser las procesionarias y mi primo se asustó tanto que quería irse de allí cuanto antes, así que nos fuimos a ver la cueva de los franceses por pasar la tarde.
Nos gustó mucho pero hacía mucho frio dentro y había muchas zonas sin abrir. Como había tanta humedad y era tan oscura mi madre casi se cae de culo pero no pasó nada más importante. 
Al salir de la cueva de los franceses nos dirigimos al mirador de Valcabado. Mi primo y yo nos pusimos a hacer el bobo en el borde de la barandilla y mis padres juraron que si seguíamos haciendo el bobo nos tiraban por el precipicio, pero lo que yo realmente creo es que tenían vértigo.
Fue en ese momento cuando mi padre tuvo la oportunidad de lanzar el altavoz al vacío, pero no le dejamos.
Esa fue nuestra última visita del día y regresamos a Palencia.
Dejamos a mi primo y su altavoz en su casa y por fin mi padre pudo descansar, desde entonces no le ha vuelto a llevar a ninguna excursión más.
A pesar de todo me lo pasé muy bien, fue muy divertido cuando estuvimos jugando con la nieve, a mi lo de llevar el altavoz... no me pareció mala idea pero a los animalitos del bosque seguro que sí porque se asustarían de la música.
Pero lo peor de todo fueron las procesionarias… ANIMAL MÁS ASQUEROSO... EN LA VIDA
Sandra San Abelardo

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